El dolor crónico, fuerte y persistente, que no se atenúa con
analgésicos ni opiáceos, resulta especialmente cruel si quien lo sufre
es un niño de 5 o 10 años. Un anestesiólogo del hospital infantil de
Sant Joan de Déu, de Esplugues, aplica en esos casos las diminutas
agujas de la acupuntura, unos pinchazos estratégicamente apuntados con
los que en tres años ha tratado a unos 80 niños de 5 a 15 años en
situación grave.
El buen resultado de la experiencia, sin precedente en un hospital
infantil español, ya no está en discusión, relata el doctor Luis Cáncer
Villacampa, el anestesiólogo acupuntor. “Algunos niños han podido
reducir hasta un 50% los fármacos calmantes y en otros se han eliminado
por completo porque el síntoma doloroso ha desaparecido”, asegura
Cáncer, miembro de la sección de acupuntores del Col•legi de Metges de
Barcelona, donde se formó. Los niños que ha tratado este doctor sufrían,
en muchos casos, el dolor intenso e indefinido de un miembro fantasma,
un brazo o una pierna ausentes, amputados casi siempre a causa de un
cáncer que, a pesar de no estar ya unido al cuerpo duele profunda y
constantemente. “Es un fenómeno que aún no tiene explicación”, dice el
médico.
CASOS DESESPERADOS
En otros casos, los pequeños sufrían neuralgias graves o traumatismos
importantes. En definitiva, sentían dolor fuerte y sin remisión por el
que eran profusamente tratados y del que no mejoraban. “Al principio, me
llegaban los casos más desesperados, esos en los que el dolor no remite
con nada, enfermos con los que ya no sabes qué hacer”, confiesa el
acupuntor.
La acupuntura tradicional, de origen chino, no trata el cuerpo humano
a partir de sistemas (digestivo, pulmonar, etcétera) como lo hace la
medicina occidental, sino que entiende el organismo como un núcleo
físico sobre el que circulan meridianos invisibles de energía que lo
mantienen vivo y sano.
La enfermedad surge, según esa medicina oriental, cuando en algún
punto de esos meridianos invisibles surge un bloqueo que estanca la
energía. Si las agujas pinchan el punto bloqueado, la energía vuelve a
circular y la dolencia se elimina, dicen los principios de esa técnica.
El doctor Cáncer ha ido un paso más allá de la teoría china. Asegura
que estudios científicos occidentales han demostrado que las agujas de
la acupuntura, aplicadas sobre unos puntos de sutil localización
próximos al órgano que duele, pueden establecer contacto con los centros
cerebrales que regulan la liberación de las endorfinas. Esas sustancias
naturales actúan como la morfina sintética, tienen capacidad analgésica
natural y calman el dolor de su órgano de referencia, el que fue
pinchado.
BIEN HECHO, NO DUELE
El efecto de sus tratamientos, que aplica en sesiones de 30 minutos,
se percibe apenas 24 horas después del primer encuentro, relata Cáncer.
Pero no es sencillo pinchar a un niño en siete u ocho puntos simultáneos
y pedirle que se esté quieto. El anestesiólogo lo consigue, dice, por
dos razones: “El primer día, los niños no ven las agujas porque los
engañamos con trucos y distracciones. En el resto de sesiones ya no hay
problema, porque el enfermo sabe que no le dolerá: si el punto a pinchar
está bien elegido, la aguja no se nota”.
Ni la dirección del hospital, ni los padres de los niños enfermos, ni
los compañeros del doctor han puesto reparos a que este anestesiólogo
introduzca una técnica que es desconocida para una mayoría de médicos.
“A los incrédulos solo les pido que prueben una sesión de acupuntura
cuando les duela algo –concluye el médico–. No pretendo suplir los
medicamentos, sino integrar esta técnica en los recursos que existen
para tratar el dolor”.
ÀNGELS GALLARDO
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